El Día de Muertos es una de las celebraciones más representativas de México, donde se honra a los seres queridos que han partido, mediante altares decorados con flores, velas y, por supuesto, una gran variedad de platillos típicos. Este año, te invitamos a redescubrir estos sabores tradicionales con vino blanco, que aporta frescura y armonía, destacando los matices de cada preparación.

La riqueza y el significado del Día de Muertos
Celebrado los días 1 y 2 de noviembre, el Día de Muertos es una tradición que refleja la forma en que los mexicanos mantienen viva la memoria de quienes han partido. Los altares se decoran con flores, velas, calaveritas de azúcar y objetos que rememoran la vida de los seres queridos, acompañados de los alimentos y bebidas que solían disfrutar. Cada elemento tiene un significado especial: las flores señalan el camino de los espíritus, las velas iluminan su llegada y la comida representa el vínculo entre el presente y la memoria de quienes ya no están.

La gastronomía de temporada es una parte esencial de la celebración. Desde dulces tradicionales hasta preparaciones más elaboradas, cada receta conserva sabores que se han transmitido de generación en generación, convirtiéndose en un puente entre historia y tradición. Incorporar vino blanco a estos sabores permite disfrutar de los platillos de manera distinta, realzando sus matices y aportando frescura, creando un balance que enriquece la experiencia de la mesa respetando su esencia.
Cómo disfrutar los platillos de temporada con vino blanco
El vino blanco se convierte en un aliado que armoniza con los sabores de la temporada. Te presentamos algunas combinaciones que aportan nuevas sensaciones y una manera diferente de disfrutar estos platillos.
Calabaza en tacha
La calabaza en tacha es un clásico de la temporada, cocida lentamente con piloncillo y especias que resaltan su dulzor natural y aroma característico. Un vino blanco joven o semidulce complementa este postre aportando frescura y notas frutales que equilibran la dulzura del piloncillo y las especias, ofreciendo una manera diferente de disfrutar este platillo tradicional.
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Pan de muerto
El pan de muerto es un ícono del Día de Muertos, con su textura suave y aroma a naranja que simboliza la conexión con quienes han partido. Acompañarlo con un vino blanco joven potencia los matices cítricos y suaviza la dulzura del pan, enriqueciendo la experiencia de degustación.
Cuando se trata de pan de muerto con crema pastelera, la combinación se vuelve más compleja y elegante. La suavidad de la crema se complementa con un vino blanco fermentado en barrica, cuyas notas de frutos secos y vainilla equilibran el dulzor del relleno, ofreciendo un contraste delicado y sofisticado. Para quienes prefieren un toque burbujeante, un vino espumoso blanco refresca el paladar entre cada bocado.

Tamales de dulce
Ya sea de fresa, piña o calabaza, presentan una masa suave y rellenos frutales que se perciben delicados y aromáticos. Un vino blanco espumoso o dulce acompaña perfectamente estos tamales: la frescura y notas afrutadas del vino equilibran la dulzura del relleno y la textura de la masa, ofreciendo un maridaje armonioso y elegante que potencia los sabores de cada ingrediente.

Hojaldra rellena de crema o frutas de calabaza
La hojaldra rellena, ya sea con crema de calabaza o con frutas de calabaza, combina la textura crujiente de la masa con la suavidad del relleno y su dulzor característico. Un Verdejo fermentado en barrica aporta notas de frutos secos y ligeros toques de vainilla que armonizan con la dulzura y las especias del relleno, ofreciendo una experiencia equilibrada y agradable que realza los sabores tradicionales de temporada.

Experimentar con estos maridajes es una forma de vivir la celebración con todos los sentidos, resaltando los matices de cada preparación y compartiendo momentos memorables alrededor de la mesa. Este año, permite que el vino blanco de la D.O. Rueda se convierta en un aliado para explorar la tradición culinaria del Día de Muertos desde una perspectiva renovada y llena de sabor.